VILLA RICA

Villa Rica describe y/o narra temas de interés general.

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Nombre: Enrique Castro

Nacido en la ciudad de Veracruz, Mex. Ha impartido la materia de fotografía y cuenta con varias exposiciones y publicaciones en su currículum. Además de, tener un gusto especial por escribir.

lunes, diciembre 06, 2004

RECOGIENDO LOS PASOS DE LA CONQUISTA

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Mi nombre fue Hernán Cortés, nací el año de nuestro señor de 1485 en Medellín, España y fallecí en 1547 a la edad de 62 años. Actualmente me encuentro en un sitio muy distinto al que me recordáis. Mucho se ha hablado de mi vida y desde este lugar os narraré como pudiere algunas cosas de las que viví.

Desde que recuerdo siempre tuve un gusto refinado por el latín, la lengua romance y la historia, ésto me había permitido expresarme con soltura y atildado estilo en mis escritos. Estoy emparentado por la vía de mi madre Doña Catalina Pizarro con el viajero y conquistador de tierras peruanas Don Francisco Pizarro. A la edad de 19 años viajé a las indias donde permanecí por 15 años. Fue en este lugar donde me tocó vivir el tema de moda: las expediciones y las colonias.

Ahora, desde Cuba hubo dos expediciones a tierra firme a lo que hoy llaman México y que capitanearon los valientes navegantes Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva. Para la tercera, el gobernador don Diego Velásquez me confió su organización. Así que con tan sólo 11 navíos, 600 soldados, 100 marineros, 16 caballos, 14 cañones, 32 ballestas y 13 escopetas zarpé el 18 de febrero de 1519 de la isla de Cuba a una gran empresa que me llevaría a la conquista y evangelización de las tierras bárbaras.

El primer puerto al que llegamos fue Cozumel en Yucatán pero ya se habían retirado los nativos. De ahí partimos a Centra, Tabasco, donde tuve mi primer acercamiento con nativos y después de ganar un pequeño enfrentamiento bélico nos hicieron el obsequio de 20 mujeres naturales. Del grupo sobresalía una larga cabellera que brillaba con el sol y la luna, unos labios color sangre que pecaban de sensualidad y la exótica figura de un cuerpo que despertaba la erótica sensación de acercarme a él.

Cuando cuestionaron su nombre, ella levantó el rostro y apenas pudiendo ver sus dominantes ojos negros semiocultos por sus cabellos, respondió a la ordenanza con una sutil y tímida voz:
- Malinantzin
- ¡DIOS NUESTRO SEÑOR!
Sentí como si la hoja de un puñal me atravesara el pecho, su sedoso aliento violentó mi paz. Desde aquel momento supe que aquella princesa de cobre sería un personaje de gran importancia en mi vida, pues con su magnífica elocuencia, inteligencia y hermosura no la dejaría apartarse de mi compañía.

Creo que fue, por la gracia de Dios, que en ese lugar de Tabasco dio inicio la verdadera conquista. Mi primer victoria se dio ahí y mi primer derrota se dio frente a la mirada de Malinantzin.

Con ella a bordo, continué felizmente nuestro viaje hasta desembarcar el Viernes Santo de 1519 en los arenales de Chalchihuecan, sitio donde en nombre de vuestra real alteza y sacra majestad el emperador Carlos V, fundé el 22 de abril la Villa Rica de la Vera Cruz y el primer ayuntamiento de América Latina. Acontecimiento por el que ahora consideran a esta ciudad como la más antigua del México hispano y con su fundación dio inicio la primera etapa de la colonización.

Es en este sitio donde recibo la primera embajada del Tlatoani (emperador) Moctezuma Xocoyotzin. Rompo toda relación de obediencia con Diego Velásquez por diferencias que comenzaron desde Cuba, así que creé el cabildo que me nombraría Capitán General y Justicia Mayor, esta estrategia hizo que diere cuenta de manera directa a vuestra alteza y señor de la corona española.

La Villa Rica no era un lugar despoblado, existía la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje, un poblado indígena llamado Tenoya y algunos santuarios como la Isla de Sacrificios y San Juan de Ulúa.

Para el año 1524 decidí trasladar el Ayuntamiento de la Villa Rica de la Vera Cruz a orilla del río Huitzilapan, en el lugar conocido como La Antigua. Era una pequeña población que contaba con caja real, iglesia parroquial, dos monasterios y un hospital de caridad.
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© Enrique Castro
Pero, ahora que lo recuerdo ahí tuve aposentada una casa que aún sigue en pie, gracias a mis buenos albañiles o gracias a que cubren y sostienen sus paredes las raíces de una gran Ceiba, similar a la que amarrábamos los bergantines cerca del río y que aún tiene las cicatrices de las amarras en su tronco. Durante los 75 años que duraría su establecimiento como ayuntamiento, se realizaría aquí todo el tráfico mercantil entre la Nueva España y la península Ibérica, pero su importancia comercial la perdió cuando retornó el ayuntamiento a su lugar de origen en el año 1600.

Recuerdo que por allá del 13 de mayo de 1524 arribaron a La Antigua 10 figuras encapuchadas y bien formaditas una tras otra, eran los primeros frailes franciscanos que daban inicio la conquista espiritual en la Ermita de Nuestra Señora del Rosario. Aunque cada orden de religiosos que llegaba traía su forma particular de convertir al indígena. Unos pensaban en destruir templos, prohibir rituales y castigar a quienes los practicaran, otros pensaban en el poder de la predicación y el ejemplo. El fin siempre fue el mismo, convertir en cristianos de nuestra santa fe católica a los naturales herejes de estas tierras.

¡Estos nativos se resistían a todo! lo hicieron con nosotros y luego con el Dios de los misioneros. Muchos indígenas se oponían a abandonar sus creencias, pero con el paso del tiempo y provisto con toda brevedad con la ayuda de la espada, el catolicismo quedó arraigado en la población y así Dios Nuestro Señor será muy servido. Sea pues, que tanto los españoles pobladores y los naturales de ésta, se conserven y perpetúen, y nuestra santa fe en todo se arraigue.

De no haber llegado los misioneros, gran parte del conocimiento que existió de la cultura indígena y los eventos sucedidos durante la época del descubrimiento y la conquista, se hubieran perdido. Ellos les dejaron información valiosa de la época prehispánica. Aunque hubo otros que lejos de registrar los acontecimientos destruían los existentes en enormes hogueras, que por idolatría, que por blasfemia, que por esto, que por aquello, en realidad debieron ser sus miedos a lo desconocido y a la comprensión inalcanzable de vuestra santa sacra Iglesia.

Para mediados de agosto de 1519, partí de la ciudad de la Vera Cruz con destino a Tenochtitlán, di mucha prisa llevando conmigo la aventura que hervía dentro de mis venas y el asombro que me producía la riqueza y gloria que me esperaba, además de 400 peones, 15 jinetes, 6 piezas de artillería, centenares de indígenas con las provisiones.
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© Enrique Castro
Partimos de la ciudad ceremonial de Zempoala, llegando a Xalapa, Xico y Zautlán. Para fines de septiembre de 1519 entramos en la capital de los tlaxcaltecas, Ocotelulco, quienes después de ser derrotados pasaron a ser nuestros aliados. Más tarde volvimos a confrontarnos con indígenas en lo que se conoce como la matanza de Cholula. Nos dirigimos a Amecameca y entramos a la ciudad de Tenochtitlán por la calzada de Iztapalapa que la unía con la ribera del lago de Texcoco por su lado sur.

El 8 de noviembre de ese mismo año vimos por primera vez el esplendor de Tenochtitlán, una ciudad en medio de un lago. Sobresalían los aposentamientos como de mezquitas, los cuales creímos eran de plata, mas eran edificaciones pintadas de color blanco y brillaban con el sol, sus calles muy amplias y bien trazadas. Mis primeras palabras al ver esto fueron “nunca imaginé encontrarme una Venecia en las indias”, porque las calzadas eran mitad caminos y mitad canales en las que se desplazaban canoas. “Considerando esta gente ser bárbara y tan apartada del conocimiento de Dios y de la comunicación de otras naciones de razón, es cosa admirable ver la que tienen en todas las cosas” tal como se lo hice saber a vuestra real excelencia el emperador en mi segunda carta de relación.

El recibimiento nos lo dio el gran señor y emperador Moctezuma quien nos atendió como finos huéspedes. Los meses siguientes sólo nos dedicamos a contemplar las enormes riquezas, la grandeza y analizar el poderío de esta ciudad.

Es importante detallarles que tuve que regresar a la Villa Rica de la Vera Cruz porque en mayo de 1520 llegó a esa costa Pánfilo de Narváez, procedente de Cuba, y con órdenes del gobernador de la Isla de apresarme por la empresa que había comenzado, que por rebeldía, que por desobediencia ¡JA! qué se yo, creo que debió de haber sido la envidia y avaricia que lo gobernaba. Lamento al noble Pánfilo que en la región de Zempoala nos enfrentamos y lo derroté. Esta confrontación y mi salida de la capital azteca sólo me trajo dos cosas, acrecentar el número de mis soldados con los de Pánfilo de Narváez y la violenta actuación de uno de mis capitanes que lo dejé al mando de las ordenanzas en Tenochtitlán, Pedro de Alvarado, al asesinar a miembros de la nobleza, intérpretes de códices, jefes militares y veteranos de guerra reunidos en la fiesta de Toxcátl, en honor a su dios Huitzilopochtli causando el enojo y levantamiento del pueblo mexica, como el se hacía llamar.

Cuando retorné a la ciudad, la encontré en una agitada sublevación, que para tratar de apaciguarla mostré a Moctezuma, mas no sabía que su pueblo ya lo consideraba un traidor, esto encolerizó aún mas a la muchedumbre que terminó por apedrearnos. Durante la trifulca no se qué le quitó la vida al emperador, si la piedra que lo alcanzó en la cabeza o la puñalada alojada en el bajo vientre.

Tened que sincerarme con vosotros, nunca antes tuve miedo alguno pero esa noche del 30 de junio de 1519, lleno de temor y cobardía involuntaria, tuve que huir de la ciudad sigilosamente por la calzada de Tacuba, nos descubrieron y nos acometieron con tanta furia que en la huida y entre gritos desgarradores y cuerpos cercenados por el filo de la obsidiana del macáhuitl perdí la mitad de mis hombres, el tesoro apoderado y el valor que se me escapaba con el dolor, la tristeza y la impotencia. Me recosté en un ahuehuete y Dios sabe la pena que tuve al llorar como un niño; aquella fue la noche más triste que recuerdo.

Corrimos en busca del auxilio de nuestros aliados tlaxcaltecas, no sería menester hasta casi un año cuando regresamos a iniciar el asedio formal de la ciudad de México-Tenochtitlán el 30 de mayo de 1521. Contábamos con el apoyo de 80,000 tlaxcaltecas y había reforzado mis tropas con la llegada de otras expediciones de la Vera Cruz. Después de hambre, sangre y donde a los 80 días de sitio finalmente cayó la ciudad el 13 de agosto de 1521 siendo el actual monarca azteca el joven Cuauhtémoc. Finaliza la era de los Tlatoani.

Ahora que, si vosotros analizan cómo es que un grupo de cerca de 600 españoles con mejor armamento que los aztecas, pero que no dejaba de ser un puñado de hombres, pudo someter por la fuerza de las armas al ejército más grande, poderoso y mejor organizado de los pueblos indígenas en México, es por varios eventos que me favorecieron. Primero, el odio que se ganaron éstos con sus vecinos, quienes por ese hecho se aliaron conmigo; segundo, el armamento que usamos; y por último, una profecía que habla del regreso de un dios que siendo traicionado y exiliado prometió regresar a vengarse, mi parecido físico con él no fue culpa ni mía ni suya pero este evento les dio la creencia que yo era ese dios Quetzalcóatl (deidad Maya y Tolteca, personificado por una serpiente emplumada) y me abrieron las puertas de ciudad.

De Quetzalcóatl se dice haber sido un hombre rubio, alto, de barba rojiza, piel blanca, ojos azules y con gran sabiduría que enseñó a los pueblos indígenas de la región a trabajar el metal, las ciencias, construcción de pirámides y un calendario, las virtudes de evitar los vicios y pecados, y la abolición de los sacrificios humanos. Los Toltecas lo describen como un hombre justo y bueno. Parece ser que ningún códice habla de su origen y tampoco sé la veracidad de otras historias que hablan de un templario que escapó de Europa o un jesuita huyendo de la Inquisición pues Quetzalcóatl les enseñó la adoración a una cruz, y menos conoced sobre las crónicas de la llegada de vikingos a América antes de la nuestra, lo cierto es que, estas semejanzas físicas me favorecieron de manera muy importante en el logro de la conquista de México.

Ahora, considerad que en realidad el ejército azteca nunca fue vencido, sino que el golpe final de la caída de la capital de su imperio se debió a la impotencia física de los mexicas de continuar con la lucha, generada por el severo y prolongado sitio a que estuvieron sujetos, un desgaste ocasionado por el hambre y la peste de viruela que les trajimos, y para la que sus organismos no estaban preparados. Finalmente, una nación más al sometimiento de la corona real.

La reconstrucción de la ciudad de México la concebimos con una nueva planta al estilo renacentista, realicé ciertas ordenanzas y se echaron abajo la mayoría de los templos y sobre ellos se levantaron iglesias y más tarde monasterios. Se comienza a explotar la tierra con el cultivo de árboles frutales europeos, la caña de azúcar, el trigo, etc., y ordeno la construcción de un camino de Tenochtitlán a la Vera Cruz en 1531, que sería la primera forma rápida en comunicar a dos ciudades para sus posteriores enlaces marítimos con Cuba y Europa. Por esta vía llegó la cultura, el gobierno, los misioneros, la imprenta y una gran variedad de productos; así como también por aquí salieron rumbo a España las riquezas y productos indígenas que saqueamos como el oro, la plata, el maíz, cacao, tabaco, vainilla, jitomates, el guajolote, aguacate, chicle, pulque, tequila, mezcal, etc.

En 1529 y por ordenanza de Carlos V emprendí un viaje a España donde me entrevisté con él en Toledo. No volví a tener el gobierno en la Nueva España, pero obtuve el título de Marqués del Valle de Oaxaca, 22 villas y 23,000 vasallos. Regresé a la ciudad de México a mediados de 1530.

La pasividad en la que me encontraba, me hace emprender durante 1532 y 1535 una serie de expediciones en el Océano Pacífico, gracias a éstas se comienza a conocer mejor el perfil geográfico de los litorales del Pacífico Norte del Nuevo Mundo.

Los últimos años de mi vida, los más difíciles, los pasé en España metido hasta el cuello en litigios y agobiado en un interminable juicio de residencia. Me trasladé a Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, con la intención de partir de regreso a México. Quería volver a México, a la Tenochtitlán, quería recorrer mis pasos por América y no se me permitió. El 2 de diciembre de 1547, con mi muerte, finaliza mi lucha por recoger mis pasos en la conquista de México-Tenochtitlán.

La conquista y la colonización sólo provocaron destrucción material y humana. Sin embargo, también representa el origen de la moderna nación mexicana, porque se crearon las bases de una nueva cultura y la formación de una sociedad amalgamada por la influencia indígena, europea y africana.

Me describís como héroe y tirano. Ya no puedo defenderme, sea entonces, que la historia me juzgue. Recordad lo escrito en el monumento de la Plaza de las Tres Culturas En la conquista no hubo vencedores ni vencidos, fue únicamente el doloroso nacimiento de la nueva nación mestiza que ahora es México”.