CARNEVALE
Enrique Castro.- Carnaval Veracruz 2005.
Comencé a participar en las fiestas del Carnaval, como un mero espectador, desde mis primeros años y siempre desde una perspectiva envidiable, a vista de pájaro en los hombros de mi papá y con el constante llanto de mi hermano Andrés por querer desbancarme de tan buena posición.
Para cuando entré en la edad de la punzada… “a pero que tiempos aquellos” (miro al techo recordándolos por 2 minutos…), las idas de pinta, las chicas, los primeros: besitos, manitas sudadas, calentadas, cigarros, cervezas y regaños por llegar tarde a la casa (ó por no llegar), pero sobre todo, la aventura que es vivir esos tiempos de despreocupaciones.
“¡Juventud divino tesoro te vas para no volver!” que cosas con este dicho ¿no?, todo lo que conlleva. Aquí se la pasa uno bien en los desfiles, comenzando con la novia al lado, los cuates, el reven y el desma. Fíjense que siempre tuve interés de participar en una comparsa. Todo empezó cuando iban pasando éstas y nos poníamos a bailar a la par, ellos haciendo gala de sus mejores pasos y nosotros en una imitación grotesca semejando pirinolas que rebotan de un lado a otro y con una actitud de toma uno, toma dos y después de las primeras copas venía el toma todo.
Por una u otra cosa no pude salir en alguna comparsa. Ya sea por motivos personales ó por un estar desarrollando un proyecto fotográfico a largo plazo sobre retratos del Carnaval, etc.
Para cuando se presentó la oportunidad ¡sácatelas! ahí estuve desde principios del pasado noviembre en los ensayos de la comparsa de “Los Elegantes de la Huaca”, una de las más representativas y antiguas del puerto.
De Lunes a Viernes por las noches nos reuníamos para ensayar las melodías salseras de moda bajo la batuta coreográfica y el silbato del Chucho, ¡claro! siempre con la mirada vigilante del Padrino ó Vale Lalo (máxima autoridad en la comparsa), los anuncios diarios y el caminar lento del Canalla, las Torres del Contador, el malogrado paso número ocho del Pepe, las lecciones de baile de Mi Sangre, las ocurrencias dancísticas del Machaco y el Negro, El gallito de Juan Luis Guerra, hermanitos Romero, Salserín, Sapo, Pipi, Conan, Arqui, Querreque, Chilango, El Perico, etc., etc., todo un desfile de sobrenombres.
Algo que me llamó la atención fue la camaradería que existe entre todos, si hay bronca todos le entran a la bronca, si hay reven todos le entran al reven, si hay pollos y taquiza po’s le entramos a los pollos y los tacos. Hay algo que se me grabó mucho, me platicaba el Médico ó Juan Luis Guerra que recién llegado a la comparsa (hace 15 años) vio toda la convivencia que había, fiestas, posada, comidas, etc., y el pensó: “¡esta es mi comparsa!”. ¿Será éste el mismo caso de los demás?
Enrique Castro.- Carnaval Veracruz 2005.
Sábado 5 de febrero
Mi primer desfile comenzó con un regaderazo, desodorante, talquito y ¡órale! ¡el traje!, me enfundo en mi pantaloncito y playera café, zapatitos y saco verde, y el toque final… sombrero de ala ancha. Miro el espejo, mmm… ¡algo anda mal! ¡por supuesto! inclino el sombrero de “lao” , golpecito en quijada y… ¡listo pachuco!.
Llegó el momento de reunirnos en el lugar del desfile que nos tocó ir, éramos de los primeros. Todos felices y contentos. Una montaña de bocinas nos escoltaba y abría paso entre las primeras personas que se amontonaban para ver el desfile. Les voy a tratar de describir ese momento a percepción personal.
¿Recuerdan al General Maximus Decimus Meridius (Russell Crowe) cuando entra por vez primera al Coliseo de Roma (inicialmente Anfiteatro Flavio), quedando asombrado él y los que lo acompañan?. Vayan imaginando conforme leen:
Música a todo volumen, ¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!, giro 360° completamente impresionado, el nivel de adrenalina me golpeaba las sienes, todo era confuso y excitante. Con la vista en alto recorro las gradas que hierven con gente de pié y que gritan frenéticamente, bailan, aplauden e impregnan el aire con una inquietante mezcla de diversión sana e insana. En algunas personas se perciben la alegre, erótica y/o lasciva mirada por “los gladiadores y amazonas”. Homólogamente: "es la fiesta por la carne”.
¡incluso juraría, que en algunos momentos vi los pulgares al frente!.
Al final de una fila de sombreros que se extendia delante de mí se alcanza a ver un dedo índice en alto, suena el silbato e inmediatamente hacemos el paso número uno.
Dentro de la arena se desarrollaba una constante y sangrienta batalla entre comparsas ó gladiadores, carros alegóricos ó carros de guerra y disfraces ó armaduras. Aquí no se gana el derecho de volver a liarse en combate ni se pierde la vida, solo se gana fama y admiración momentánea que mientras dura se disfruta. Al igual que en tiempos romanos es un verdadero espectáculo público organizado por el estado para el pueblo.
Hay algo que me quedó muy claro, no es fácil. Después de 6 desfiles y al parecer 10 kms. cada uno terminé con los pies hinchadísimos y unos callos que mataron mi alegría inicial. Pero también me queda claro que haber participado me dejó algunas lecciones, experiencias y satisfacciones.
Y si ponen atención en el Carnaval del próximo año... ahí me van a ver.